24 ene 2013

Crónica de una crisis plagiada (II)

Capítulo 1: ¿Jugamos a especular con los fondos del gobierno? ¡Montemos bancos nacionales!


Continúa la crónica de una crisis plagiada. La presentación está aquí.

En el momento de expansión de 1844 a 1847, interrumpido este año por la crisis económica europea, aparece el negocio bancario en España. En 1844 aparece el Banco de Barcelona, con capital de 100 millones de reales, fundado por la casa Girona, Clavé y Compañía, autorizado en dicho año pero inaugurado en agosto de 1845. Y en Madrid, el Banco de Isabel II, creado por el Conde de Santa Olalla. Ambos bancos estaban autorizados para emitir billetes, dándose el caso de que el Banco de Barcelona, que empezó emitiendo en 1845 por valor de 9.200.000 reales, llegase en 1847 a tener casi 30 millones de reales emitidos a pesar de que su volumen de negocio se hubiese mantenido casi sin variación. 

La creación de ambos bancos era una operación combinada. El Conde de Santa Ollala, ministro de Hacienda, estaba muy relacionado con Manel Girona, y el Duque de Sotomayor era íntimo amigo de Gaspar de Remisa, consejero de ambos bancos.

En 1846 se creó el Banco de Cádiz, también facultado para emitir billetes, con 50 millones de capital nominal y 15 millones en efectivo. En 1848 se creó la Valenciana de Fomento (15 millones) concentrada en el  crédito de su región.

El Banco de Isabel II se constituyó con 100 millones de reales al calor de la fiebre especulativa que ganaba los medios oficiales de Madrid cuando cayó la Regencia de Espartero. Su primera emisión de billetes fue de 10 millones con 32 millones desembolsados. En 1849 ya había emitido por valor de 111 millones y tenía desembolsados el 80% de sus 100 millones de capital nominal.
 
El asunto de la especulación financiera dio lugar a más de cuatro murmuraciones, ya que el ministro Salamanca organizó el negocio con el conde de Rematoso, cuñado de la Reina Madre María Cristina. Cuando en 1847 se quedaron sin un céntimo, el Gobierno decidió que el Banco de San Fernando les prestase dinero. Daba la pícara casualidad de que el ministro de Hacienda a la sazón era Salamanca, que prestaba dinero a Salamanca hombre de negocios.

(Continuar).

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