29 nov 2012

Eso nunca funcionará (I)

El argumento del anarquista


Creo que he cometido el delito, si es que lo es, de amistarme con un anarquista, o en todo caso de sentir cierta simpatía por este inquieto personaje. Lo que más me ha sorprendido, al ir conociéndolo con el paso de los meses, es que es una persona cualquiera que se parece mucho a mis demás conocidos. Acaso tenga un aire que lo distingue, pero juraría que son alucinaciones mías, producto de mis intentos por hallar en él algo distintivo que lo haga identificable como tal. 
 
El anarquista, a veces, se siente triste y sombrío. Son esas sus peores horas: cuando explica sus ideas, nota las miradas de ironía como puñaladas asaeteándole el busto, las sonrisas condescendientes mordiéndole el rostro, y encaja como un mazazo la consabida frase: "¡Ah, pero eso nunca funcionará!" 

Mi amigo el anarquista, entonces, calla siempre, porque sabe ya por experiencia que de nada vale discutir.

Al callar, no puede evitar desviar, pesaroso, la mirada, y así posarla sobre el mundo que le rodea. Y sus ojos se llenan de tristeza mientras, una vez más, se pregunta asombrado: "¿Y esto? ¿Acaso esto funciona? ¿Acaso ha funcionado así, en el pasado ...una sola vez?"

Yo nunca se lo he dicho, y nunca se lo diré, porque no comulgo con su ideario, pero lo cierto es que a mí no me parece éste un mal argumento. Para nada.

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