24 mar 2013

Democracia y policía

O de la ciudadanía frente a las porras


Aynara, ya lo dije, fue siempre una chica extraña, que ha alimentado durante años, en silencio, extraños pensamientos, de manera que si uno busca ideas originales e innovadoras, nunca decepciona charlar un rato con ella. Esta última semana tuve la oportunidad de volver a tomar un café con ella y, una vez más, no dejó de sorprenderme y deleitarme con sus cáusticos pero no por ello menos precisos puntos de vista.

Aynara me habló de un tema que en los últimos tiempos aparece con frecuencia en los telediarios: la labor de la policía, y la puesta en tela de juicio de sus actuaciones. Cuando Aynara comenzó a expresar su opinión, y basándome en su natural ingobernable e irritado, pensé que sus profundas discrepancias con el mundo y la sociedad que la rodean la impulsarían a una crítica feroz de los cuerpos de seguridad del Estado. No podía errar más: todo lo contrario.

Para Aynara resulta sorprendente la reacción de la ciudadanía y los medios ante las actuaciones policiales de los últimos tiempos, para quienes el hecho de que respetables ciudadanos, en habiendo acudido a las multitudinarias manifestaciones de estos años para expresar libremente su opinión, y ejercitando así sus derechos constitucionales, hayan sido golpeados, vilipendiados, abusados, arrestados, violentados, heridos, y presumiblemente sometidos a cosas peores, parece poner en tela de juicio la salud democrática de la policía. Por el contrario ella opina que este hecho demuestra exactamente la tesis opuesta.

Aynara, no sin un exquisito sarcasmo muy femenino, después de sorprenderme con tal afirmación, pasó a desarrollar su pensamiento:  Al parecer, a sus señorías los ciudadanos les ha sentado mal que se reparta leña en sus virtuosos traseros como si de irreverentes gamberros, indeseables antisistema, sucios punkis o peligrosos anarquistas se tratara, y opinan que las fuerzas de seguridad, sobrepasándose en sus funciones, han procedido a la represión de las libertades democráticas más fundamentales. Sin embargo, para Aynara, esta manera de pensar esconde una visión clasista de la sociedad, ya que en definitiva establece una distinción entre ciudadanos para clasificarlos en función de una supuesta honorabilidad social basada en su ideología política. Así, sería coherente, constitucional, normal y plenamente democrático golpear y maltratar a todo y cualquier antisistema que aparezca por una manifestación, pero no lo sería el someter a ciudadanos "normales" (es decir, los que no comulgan con dichos idearios) al mismo trato, a pesar de haber incurrido en el mismo hecho, hallarse en el mismo sitio, declamar las mismas consignas, y en definitiva conducirse de igual manera.

Aynara no puede dejar de reír recordando las caras de sorpresa y agravio de las buenas gentes al ser enfrentadas a la mano de la justicia, hecho que representa para ella una exigua venganza por la incomprensión de años y años, cuando, al ser sometida al mismo trato, debía además enfrentarse a la censura y el oprobio de sus conciudadanos, que veían proporcionadas las desgracias a que se veía forzada, por el único hecho de ser "antisistema", es decir, de sostener opiniones basadas en una ideología concreta.

Si democracia es igualdad, igualdad ante la ley, y por tanto igualdad ante la justicia, y por tanto igualdad ante la mano que la ejecuta, para Aynara resulta una satisfacción comprobar que en efecto todos reciben un trato igualitario ante las porras de la policía, siendo golpeados por igual, sin importar su condición social, su confesión religiosa, su poder adquisitivo o su situación legal. Por ello, para Aynara, los últimos y recurrentes "desmanes policiales" denunciados por algunos medios de comunicación, lejos de evidenciar una carencia de formación democrática de las fuerzas de seguridad del estado, demuestran su fortaleza constitucional. Aynara, por primera vez en muchos años, ha vuelto a creer en la policía, ya que su actuación contundente para con ciudadanos comunes que no encajan en el tipo del "antistema" le demuestra que el sistema funciona, que el trato en definitva es igualitario para todos, cumpliéndose así los supuestos de igualdad ante la ley.  Así, lejos de ver en estos hechos represión antidemocrática, ve una solvente y coherente actitud de la policía.  

Sus argumentos son tan lógicos y naturales, y ella es tan simpática y espontánea, que desde el Principio Disolvente no podemos hacer menos que adherirnos a su manera de ver las cosas y felicitar a la policía por su profesionalidad, coherencia y fidelidad a los principios constitucionales, aprovechando para hacer extensiva dicha felicitación a los cargos y puestos políticos que dirigen y emiten las órdenes en este sentido, asegurándose que todo bicho viviente sea golpeado por igual, en aras de que se respete la Constitución. ¡Enhorabuena!

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